miércoles, 9 de septiembre de 2015

*Palabras en una Página* El Mapa del Tiempo, de Félix J. Palma.


El mapa trastornaba la vista, pues se hallaba profusamente pintarrajeado de líneas de distintos colores que, según explicó Gilliam, representaban todas las expediciones realizadas por el hombre hasta la fecha, cuyas vicisitudes había anotado en el margen izquierdo del dibujo, sin duda con morbosa delectación. Pero bastaba con echar un vistazo al mapa para comprobar que la fidelidad con que se describía el sinuoso rumbo de cada viaje resultaba a la postre inútil, pues su trayectoria era casi imposible de seguir debido al constante entrecruzamiento de líneas que ocasionaba el absurdo empeño de su anfitrión por representar todas las expediciones, desde las más antiguas, como la de Marco Polo, reflejada en un trazo dorado que culebreaba por la India, China, Asia Central y el archipiélago Malayo, hasta las más recientes, como la llevada a cabo por sir Francis Younghusband, que había viajado desde Pekín a Cachemira atravesando la cordillera Karakorum, con sus afiladas montañas festoneadas de glaciales. Aunque no solo los continentes estaban garrapateados. También había líneas que escapaban de las zonas de tierra para emular sobre los mares las espumosas estelas de algunos barcos célebres, como las que habían abierto en el Atlántico las carabelas del almirante Colón, o las que, tratando de encontrar un atajo hacia China, habían dibujado el Erebus y el Terror en el océano Ártico. Ambas estelas desaparecían abruptamente, como en la realidad lo habían hecho los propios buques, al rebasar el estrecho de Lancaster, la supuesta puerta del Paso del Noroeste. Incapaz de descifrar aquella urdimbre de trazos, Andrew optó por seguir la línea azul que surcaba la isla de Borneo, aquel edén lluvioso invadido de jibones y cocodrilos enclavado al sureste de Asia, marcando el tortuoso periplo de sir James Brooke, al que apodaban el leopardo de Sarawak, un nombre que le resultaba familiar porque el explorador aparecía en las novelas de Sandokán reconvertido en un cruel exterminador de piratas. Pero Gilliam no tardó en pedirles que centraran su atención en la parte más intrincada del mapa, el continente africano, donde se entretejían todas las expediciones que habían intentado descubrir las míticas fuentes del Nilo. Allí, las travesías de la holandesa Alexine Tinné, las del matrimonio Barker, las que llevaron a cabo Burton y Speke, las más célebres de Livingstone y Stanley, y otras muchas componían una confusa madeja que no revelaba demasiado, salvo la seducción que el continente negro había ejercido sobre los incondicionales del salacot.

2 comentarios:

  1. Hola =)
    Desde que leí un relato corto de Félix J. Palma en una antología tengo ganas de echarle el guante a más cosas suyas... a ver cuando lo consigo, escribe genial.
    ¡Un abrazo!

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    1. A mí me está gustando mucho este libro, aunque solo llevo un cuarto (y son más de 600 páginas :P). Si te gusta la ambientación tipo Steampunk y la literatura victoriana te va a gustar, creo. Aunque he leído también a alguna gente que no ha podido con él....

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